Biblioteca Popular José A. Guisasola



Cuento» Arturo y Clementina, de Adela Turín y Nella Bosnia


Un bonito día de primavera, Arturo y Clementina, dos jóvenes y hermosas tortugas rosadas, se conocieron al borde un lago. Y decidieron casarse aquella misma tarde.


Clementina, alegre y despreocupada, hacía muchos planes para su vida en común mientras paseaban por la orilla y pescaban algo para cenar. Clementina decía:

—Ya verás qué felices seremos: viajaremos, descubriremos nuevos lagos y conoceremos otras tortugas, pescaremos peces distintos, encontraremos otras plantas y flores en las orillas. Será una vida maravillosa… Incluso iremos al extranjero...
¿Sabes? Siempre he soñado con visitar Venecia…

Arturo sonreía y le decía que sí.


Pero los días transcurrían siempre igual al borde del lago. Arturo había decidido ir a pescar él solo para que Clementina pudiese descansar.

Regresaba a la hora de cenar con renacuajos y caracoles, y le preguntaba a Clementina:

—¿Cómo estás, cariño? ¿Has pasado un buen día?

Y Clementina suspiraba:

—Me he aburrido mucho, todo el día sola y esperándote.

¿Te has aburrido? —gritó Arturo indignado—, ¿dices que te has aburrido? Pues búscate una ocupación. El mundo está lleno de cosas interesantes para hacer. Sólo los tontos se aburren.

Clementina se avergonzaba de ser tonta, pero no podía evitar seguir aburriéndose.


Un día, cuando llegó Arturo, Clementina le dijo:

—Me gustaría tener una flauta; aprendería a tocarla, me inventaría canciones bonitas y así la música me distraería.

Pero a Arturo esa idea le pareció absurda:

—¿Tú, tocar la flauta? Estoy seguro de que no serás capaz. Te conozco muy bien: ni tan siquiera distingues las notas y, además, desafinas.


Aquella misma noche, Arturo apareció con un bonito gramófono que ató bien atado sobre la casa de Clementina mientras le decía:

—Así no lo perderás; eres tan despistada.

Clementina le dio las gracias, pero antes de dormirse se preguntó por qué tenía que cargar con aquel gramófono tan pesado en lugar de una ligera flauta, y si sería cierto que ella era tan despistada e incapaz de aprender las notas.
Pero después, un poco avergonzada, acabó aceptando que sí. Que seguramente era verdad lo que decía Arturo, porque él era muy inteligente.
Respiró resignada y se quedó dormida.


Durante unos días, Clementina estuvo escuchando el gramófono, pero se cansó. Aún así, como era un objeto bonito y delicado, la tortuga se entretuvo limpiándolo y sacándole brillo. Al poco tiempo, volvió a aburrirse otra vez.

Un atardecer, mientras observaban las estrellas sobre el mismo lago de siempre, Clementina dijo:

—Arturo, a veces, cuando veo estas flores tan hermosas y con estos colores tan sorprendentes, me emociono mucho... Me gustaría tener una caja de pinturas para poder pintarlas…

Arturo se reía, y reía y reía.

—Pero, ¿qué te pasa ahora? Otra idea ridícula. ¿Acaso crees que eres una artista? Qué tontería.

Y continuó riendo.

Clementina pensó: «Vaya, ya he vuelto a decir una tontería. A partir de ahora tendré más cuidado, o Arturo se cansará de tener una esposa tan tonta.»
Y se esforzó por hablar lo menos posible.

Arturo enseguida se dio cuenta y se dijo: «Qué esposa tan aburrida tengo. No habla nunca, y, cuando habla, solo dice bobadas».

Pese a todo, se sentía un poco culpable y, a los pocos días se presentó con un gran paquete:

—Mira, me he encontrado con mi amigo el pintor, y le he comprado un cuadro para ti, para que estés contenta. ¿No decías que te interesaba el arte? Aquí lo tienes. Átatelo bien, porque eres tan despintada que acabarás perdiéndolo.

La carga de Clementina poco a poco aumentaba. Un día se le sumó un jarrón de Murano.

—¿No decías que te gustaba Venecia? Hala, átatelo bien para que no se te caiga; eres tan torpe…

Otro día, apareció con una colección de pipas austríacas en una vitrina.

Después, con una enciclopedia, que hizo suspirar a Clementina:

—¡Ay, si por lo menos supiese leer!

Pero llegó el momento en que hubo que añadir un segundo piso a la casa de Clementina, porque ahora ya tenía decenas de objetos.


Clementina, con la casa de dos pisos a sus espaldas, ya no podía moverse. Arturo le llevaba la comida y esto le hacía sentirse muy importante.

—¿Qué harías tú sin mí? —le decía.

—Es cierto —suspiraba Clementina—. ¿Qué haría yo sin ti?


Poco a poco, la casa de dos pisos también se llenó al completo, pero ahora ya sabían la solución: sobre la casa de Clementina se levantaron tres pisos nuevos.


Hacía ya mucho tiempo que la casa de Clementina se había transformado en un rascacielos, cuando una mañana de primavera decidió… que su vida no podía continuar así.

Salió sigilosamente de su casa y dio un paseíto: fue muy hermoso, pero breve. Arturo volvería a la hora de comer y debería encontrarla en su casa, esperándolo, como siempre.


Pero el paseíto se convirtió en una costumbre y Clementina estaba cada día más feliz con su nueva vida. Arturo no sabía nada, pero algo sospechaba:

—¿De qué demonios te ríes ahora? Parece que te falta un tornillo —decía.

Pero a Clementina sus comentarios ya no le importaban. Ahora, en cuanto Arturo se iba, salía de paseo. Y él la encontraba cada vez más extraña y la casa cada vez más desordenada, pero Clementina comenzaba a ser realmente feliz y las críticas de Arturo ya no le afectaban.


Pero un día, cuando Arturo regresó, encontró la casa vacía.

Se quedó estupefacto e indignado, y muchos años después, cuando le contaba la historia a sus amigos, les decía:

—Era realmente ingrata, aquella Clementina; no le faltaba de nada: veinticinco pisos tenía en su casa, repleta de tesoros.




Las tortugas viven muchísimos años. Puede que Clementina viaje aún feliz por el mundo haciendo sonar su flauta y tal vez pinte bonitos cuadros de flores y plantas.

Si alguna vez te encuentras una tortuga sin casa, prueba a llamarla: «Clementina, Clementina». Y si te responde podrás decir que en verdad es ella.



FIN



ARTURO Y CLEMENTINA
Texto de ADELA TURÍN
Ilustraciones de NELLA BOSNIA
Traducción de G. TOLENTINO
Encuadernado en cartoné. 21,5 x 27 cm. 40 pág.
Editorial KALANDRAKA


■ Temática: relaciones humanas.
■ Edad recomendada: a partir de 5 años.
■ Aspectos destacables: de la autora y la ilustradora de “Rosa caramelo”,
“La historia de los bonobos con gafas” y “Una feliz catástrofe”; coeducación, igualdad.

Arturo y Clementina (castellano)
ISBN 978-84-8464-789-8. Libros para soñar.
Artur e Clementina (gallego)
ISBN 978-84-8464-785-0. Tras os montes.
L’Artur i la Clementina (catalán)
ISBN 978-84-8464-885-7. Kalandraka.
Arturo eta Klementina (euskera)
ISBN 978-84-7681-786-5. Kalandraka-Pamiela.
Artur e Clementina (portugués)
ISBN 978-989-749-002-6. Livros para sonhar


Fuentes consultadas:

Editorial KALANDRAKA
http://www.kalandraka.com/blog/2012/05/07/coleccion-adela-turin-en-kalandraka/
http://www.kalandraka.com/es/colecciones/nombre-coleccion/detalle-libro/ver/artur-e-clementina/

PLAN DE IGUALDAD by loli tapia - issuu
https://issuu.com/lolitapia/docs/proyecto_del_plan_de_igualdad_2018_

Video: Arturo y Clementina. Por A.M.P.A ILUSIONES Casal Carrillo
https://www.youtube.com/watch?v=FA5Z6AY1No0

Video: «Arturo y Clementina». Por Animalec
https://www.youtube.com/watch?v=3euXAWEf7po

Video: Arturo y Clementina. Por CEIP PEDRO GÓMEZ BOSQUE
https://www.youtube.com/watch?v=k6LW9znfrJU

BLOG Soñando cuentos
http://sonandocuentos.blogspot.com/2013/09/arturo-y-clementina.html

Arturo y Clementina (Texto Adela Turín / Ilustración Nellia Bosnia / Editorial LUMEN) por gloria osuna
https://es.calameo.com/read/000538250717f1b5ae78a

Proyecto de Coeducación - RECOPILACIÓN DE CUENTOS COEDUCATIVOS, por iñaky
https://es.calameo.com/read/00547973929373df2ef1c

IMÁGENES: Index of/marisa/Lengua/Comprensión lectora/Arturo y Clementina
http://lostallos.com/marisa/Lengua/Comprensi%F3n%20lectora/Arturo%20y%20Clementina/


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"Argentina crece leyendo"


Créditos: Garabatos sin © (Adaptación de Plantillas Blogger) Ilustraciones: ©Alex DG ©Sofía Escamilla Sevilla©Ada Alkar

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